Deseos

por Madeleine I. Alvarado. 30 de julio, 2024  ·  Reflexión

Este texto es la primera parte de la colección Memorias. Lee los otros dos textos aquí.

Fotografía: Madeleine I. Alvarado

Cuando era pequeña, buscaba dientes de león para pedir deseos. Las excursiones significaban una infinidad de nuevos comienzos y nuevas esperanzas. No sé de dónde sacaba tantos anhelos, pero me alegra haber soplado esos deseos.

Sabía que la vida pasaba y una crecía, pero no me di cuenta de la complejidad de la adultez hasta que noté que pedía deseos muy pocas veces al año y venían en pocas cantidades. En mi cumpleaños, tres, y en noche vieja, doce.

Además, al crecer, los dientes de león en mi cotidianidad eran casi inexistentes, solo existían para ser admirados. Entonces, busqué deseos en cada 11:11 o en pestañas caídas; busqué deseos en estrellas y busqué deseos en palabras repetidas.

La verdad es que, con esta disminución progresiva de deseos, tenía que apresurarme y aferrarme a las posibilidades existentes. Una nunca sabe, ¿cuándo se deja de pedir deseos?