Mujeres y generaciones

por Madeleine I. Alvarado. 31 de julio, 2024  ·  Reflexión

Este texto es la segunda parte de la colección Memorias. Lee los otros dos textos aquí.

Fotografía: Manuela Reyes

Cuando Margarita cumplió 15 años sabía que era hora de casarse y de tener hijos (quizás hijas) para su futuro marido. Mientras lavaba sus polleras en el río pensaba: “¿Qué voy a hacer si no nos llevamos bien?”. Exprimía y eliminaba la espuma, se daba ánimo: “Ojalá no me haga renegar como mis hermanos”.

Días después, Margarita conoció a su esposo, se casaron, tuvieron un hijo y tres hijas. También tuvieron tres angelitos, que no llegaron y ya se fueron, la vida sin médicos es difícil. “Así nomás es”, pensaba Margarita mientras trabajaba, cocinaba, criaba a sus hijas y renegaba: “¿todos los hombres serán flojos?”. 

Cuando Margarita cumplió 32, su hija mayor, Celeste, cumplió 15 años. Celeste no quería casarse obligada, pero sí quería ser madre. “¡Ay! Esta chica me va a sacar canas verdes”, le decía Margarita, “salir y bailar nomás quiere”. Celeste sabía que no era solo eso, también quería trabajar, tener su platita, comprar una casa… y enamorarse. Cuando cumplió 18 años tuvo a su primera wawa, un varón muy diferente a su padre. Él sí se quedaría con ella hasta que sea viejita. Con el tiempo, Celeste sumó una hija a su familia.

“¿Para qué me he casado? Para gastar plata en mi divorcio nomás”, Celeste se lamentaba, pero ya tenía 45 años. La vida pasaba y ella renegaba: “¿todos los hombres serán irresponsables?”.

Cuando la hija de Celeste, Lucero, cumplió 15 años hicieron una fiesta, invitaron a sus mejores amigas y comieron pastel. Ella amaba a su mamá y a su hermano. No sabía planchar ni cocinar, pero le gustaba la idea de aprender. Tenía muchos sueños, quería estudiar en la universidad y trabajar para irse del país.

Nadie le iba a obligar a casarse a los 15, tampoco le iban a cuidar a las wawas cuando cumpliera 18. Lucero no quería tener hijos ni marido. “¡Eres bien alegre!”, le decía su abuela Margarita, “te vas a cuidar, vas a terminar de estudiar. Eso es lo más importante, te va a abrir muchas puertas”. A esa edad, Lucero aún no sabía sobre el poder del cuidado, de las injusticias o de los sistemas.

Claro, Margarita estaba feliz porque sabía que la única preocupación de Lucero era ser estudiante, ¿acaso era difícil?