Art Chantry

Diseño, cultura y basura

por Ian Belzu. 12 de septiembre, 2024  ·  Diseño / Cultura

Portada de Art Chantry para un EP de la banda The Gimmicks, 1999.

Cuando le preguntaron a Art Chantry dónde aprendió a diseñar, su respuesta fue directa: “la cultura de la basura americana”. No en la universidad, sino en cómics y revistas, en series de televisión y películas. Aprendió a diseñar consumiendo cultura; y cuando me refiero a consumir cultura, no estoy hablando de cultura intelectual e histórica, pero de la cultura basura que consumimos cotidianamente. Y es que, para Chantry, esa es la realidad de la vida moderna: es desechable, de rápido consumo y de mala calidad. Es una cultura que se preocupa más por el divorcio de dos actores millonarios que por las violaciones de derechos humanos que ocurren a diario (a las cuales, lamentablemente, ya nos hemos acostumbrado).

La naturaleza superficial de la vida moderna es evidente cuando los medios informan sobre una nueva guerra o un nuevo incendio forestal durante un par de semanas, hasta que la gente pierda el interés y pase al siguiente escándalo mediático. Un noticiario puede anunciar un bombardeo en un centro de refugiados en Gaza con decenas de muertos, para pasar inmediatamente a un segmento sobre los mejores vestidos de la alfombra roja; y en medio de ambas historias, publicidades del nuevo modelo de Audi y de la nueva promoción de hamburguesas en McDonald´s. Porque si hay algo que se mantiene siempre constante en la cultura consumista en la que vivimos es la venta y comercialización de basura.

Y de basura Art Chantry sabe mucho. Antes de dedicarse al diseño, trabajó varios años recogiendo basura en las calles de Seattle. Es ahí donde se ven los vestigios de nuestra cultura capitalista y desechable; es escarbando en su basura donde vemos qué es lo que una sociedad realmente consume. En una entrevista, Chantry mencionó que muchas de las cosas que encontró en la basura, las sigue utilizando hasta el día de hoy en sus diseños. Creo que es por eso que su trabajo está tan arraigado en la cultura americana de la basura, porque no solo se plasma en una estética y un estilo gráfico, sino que se alimenta constantemente de la basura que la sociedad americana consume y desecha todos los días.

Es aquí donde encontramos la ironía del trabajo de Art Chantry, porque, entendiendo de dónde surge y cómo se realiza, él no piensa de su trabajo como arte, sino como más basura desechable. Porque sus carteles, en palabras del propio diseñador, “no deberían estar colgados cuidadosamente en las paredes blancas de un museo, deberían estar pegados con engrudo en paredes sucias y graffiteadas, deberían estar pegados en postes de teléfono con cinta adhesiva”. Porque ese es el hábitat natural de un cartel. Porque esos carteles no son arte, son productos de diseño gráfico y la calle es el contexto correcto en el que pueden cumplir su función, que es, simplemente, comunicar.

Cartel de Art Chantry para un concierto de la banda The Cramps, 1997.

Analizando el trabajo de Art Chantry desde la perspectiva de comunicación visual, si hay algo que destacar de su trabajo, es la manera en la que adapta la forma al contenido. La estética “trashy” que maneja responde perfectamente a las necesidades de cada uno de sus carteles. Sea sacrificando la legibilidad por el impacto visual, o manejando composiciones desordenadas y transgresoras, su trabajo le es fiel a la filosofía punk con la que creció y que comparte con los artistas para los que diseña. Y está muy presente en esa filosofía la naturaleza orgánica y manual de su trabajo.

El diseño de Art Chantry es humano. Se ve y se siente humano porque es así como se realiza. Él no utiliza una computadora para diseñar, pero realiza sus carteles con métodos completamente analógicos de ilustración, composición, manejo tipográfico e impresión. En una era donde el diseño gráfico se realiza casi completamente en una computadora, Chantry se mantiene fiel a los métodos manuales con los que aprendió a trabajar. Y aunque algunos consideran su forma de trabajar anticuada y desactualizada, creo que es difícil negar que con los avances tecnológicos, la digitalización del diseño gráfico y el surgimiento de la inteligencia artificial, el diseño cada vez se asemeja más a una actividad meramente tecnológica de acceso común que a un oficio realizado por un comunicador visual profesional. Y respondiendo a la cultura basura a la que pertenece, el diseño se vuelve cada vez más barato, desechable y de mala calidad.

Diseñadores como Art Chantry hay muy pocos, es por eso que marcan la diferencia. En su enfoque y pasión por el diseño, realzan el oficio del diseñador gráfico y hacen carteles que, luego de cumplir su rol comunicacional en las calles —permitiéndome diferir con Chantry—son dignos de ser colgados en las paredes blanca de un museo.

Carteles de Art Chantry.

Es evidente para cualquiera que esté familiarizado con su trabajo, que la obra de Art Chantry es sincera y dedicada, tanto en su intencionalidad como en su ejecución. Es ahí donde está su verdadero valor. Porque él no diseña solo por dinero; la exploración gráfica y la libertad artística que le permite su trabajo, que además viene de la mano con la filosofía antisistema de la música punk que es tan importante para él, es lo que realmente hace que ame lo que hace. En sus propias palabras: “Este es trabajo en el que puedo creer”.  Ese debería ser el sueño de cualquier diseñador. Más allá de todo el éxito que puedan tener, si no hay una pasión real detrás de su trabajo, me atrevo a decirles que están en la profesión equivocada.

Y a pesar de ser uno de los referentes del diseño estadounidense, Art Chantry no es diseñador gráfico de profesión. Habiéndose graduado de la carrera de artes visuales, empezó a realizar portadas de discos y carteles para amigos y clientes pequeños, aprendiendo por sí mismo los fundamentos del diseño, y en el proceso, desarrollando un estilo propio por el cual años después sería reconocido y buscado por famosas bandas. Chantry es un ejemplo de que el diseño se aprende haciendo. Uno no se vuelve diseñador gráfico cuando termina cuatro años de licenciatura ni cuando llega a dominar todos los programas de diseño en una computadora. El buen diseño va más allá de lo técnico y lo establecido, va más allá de saber mover un mouse y de seguir los principios básicos del diseño gráfico; y por lo general, es fácil de distinguir del diseño común y desechable que uno ve todos los días. El buen diseño, como demuestran los carteles de Art Chantry, habla por sí solo.

Cartel de Art Chantry para el musical The Rocky Horror Show, 1986.

De la cultura basura salen carteles que sirven para comunicar cosas tan simples como el nombre de una banda y el lugar, fecha y hora de su concierto. Una pieza de diseño que cumple su función de publicitar un concierto y nada más. Más basura desechable. Pero esos carteles son la manifestación de una filosofía de vida que va más allá de un concierto o de una banda, son la manifestación del amor por el diseño y la dedicación de Art Chantry en cada una de las impresiones y reimpresiones a mano que hizo para generar una textura o las horas que pasó experimentando con tipos móviles para generar caóticos textos para cada uno de sus carteles. Un ejemplo de que, entre tanto consumismo y diseño desechable, existe el diseño en el que uno puede creer.

Porque el buen diseño no solo comunica, sino que transforma. Si como diseñadores nos permitimos creer en lo que hacemos y nos apasionamos por aquello que diseñamos, estaremos construyendo algo más profundo que simples imágenes: estaremos construyendo manifestaciones visuales de nuestra cultura; manifestaciones que tomen de ella, que la burlen y critiquen, que la deformen y transformen, Manifestaciones que reinterpreten la cultura basura en la que vivimos, permitiéndonos sacar algo de valor de la misma. Y respondiendo a la naturaleza visual de un cartel, que la decoren y la comuniquen, devolviéndole un poco de lo que tomaron de ella; logrando así, que mediante el diseño, la cultura de la basura sea más cultura y menos basura.

Art Chantry posando con el cartel de una de sus exhibiciones. Washington, 2011. Fotografía: Marlow Harris