Miradas humanas, miradas animales, miradas ancestrales

por Ian Belzu. 3 de agosto, 2024  ·  Reseña / Cine

Portada: Ian Belzu (imágenes originales de Luciana Decker)

El jueves 1 de agosto se estrenó en la Cinemateca Boliviana Lo que los humanos ven como sangre, los jaguares ven como chicha, una película independiente de la directora boliviana Luciana Decker. Se trata de un cortometraje de 30 minutos de duración, que, más allá de los festivales en los que fue proyectado (entre ellos el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, el Festival del Film Locarno y el Festival Internacional de Cine de Jeonju), se destaca por su profundo enfoque artístico, el cual se materializa en una gran experimentación estética y sensorial.

Explorando la vida rural del campo boliviano, Decker acecha con su cámara a personas y animales por igual, documentando sus quehaceres diarios con la misma curiosidad. Lo humano y lo animal comparten protagonismo en la película, y, en la relación que comparten con la tierra de la que se alimentan y en la cual conviven, se hace evidente que somos más parecidos de lo que nos gustaría pensar. Comemos, cantamos y morimos. Unos plantan papa y comen chancho con ají, otros matan insectos y comen pasto; unos tocan canciones tradicionales y otros mugen; pero al final, todos mueren. Lo que viene después es un misterio, tanto como para nosotros como para ellos.

Pero si hay algo que nos diferencia del resto de los animales (o así lo creemos) es nuestra capacidad para cuestionar el mundo en el que vivimos, porque la naturaleza está llena de misterios y lugares desconocidos; a la Pachamama hay que agradecerle pero también hay que temerle. Mediante vasijas, esculturas, altares y ofrendas es que recordamos lo sagrado de nuestra cultura y la mantenemos viva; cantamos canciones, contamos historias y heredamos leyendas sobre lagos encantados. Si hay algo que es singularmente humano es lo fantástico y enigmático que puede llegar a ser el mundo si se lo mira con los ojos adecuados. Lo que los humanos ven como sangre, los jaguares ven como chicha nos presenta un mundo visto con los ojos ancestrales de una cultura andina que, personas como Hilaria Huaycho —una de las protagonistas de la película— ayudan a mantener con vida.

Fotograma de Lo que los humanos ven como sangre, los jaguares ven como chicha. © Luciana Decker

El título nos da una indicación de las diferentes miradas que la directora busca explorar en este cortometraje. Lo que los humanos ven y lo que los animales ven. Ambos conviven en el mismo mundo, pero lo ven con ojos diferentes. ¿Qué ve un jaguar cuando ve sangre?, ¿qué ve una vaca?, ¿qué ven cuando ven a un humano?, ¿o un lago? Todo lo que vemos pasa por un filtro que lo pone en contexto con todo lo que sabemos, todo lo que hemos visto y todo lo que creemos. Es por eso que Hilaria puede ver, en un lago que resultaría común y corriente para la mayoría de las personas, un portal maligno del cual hay que mantenerse alejado. Porque conoce la leyenda y ha escuchado los relatos que se pasan de boca en boca en su comunidad. Pero la vaca no la conoce, es ignorante a las advertencias de peligro, y las preguntas de ¿cómo ve ella el lago?, y ¿qué le sucede cuando se acerca a a él? son misterios que quizás nunca podremos responder, pero que sí podemos explorar a través del cine.

Decker usa su cámara para imaginar otras perspectivas. Utiliza la experimentación estética como recurso para explorar lo desconocido, obteniendo como resultado una experiencia sensorial que hace que texturas, sabores, y sensaciones se materialicen en imágenes casi palpables. La película, grabada en film de 16 mm utilizando una cámara Bolex, está cargada de sensaciones surrealistas que se logran gracias al aspecto áspero, la textura granulada y las manchas de luz características del formato. Mediante planos detalle y acercamientos que muestran desde manos, comida y vasijas hasta tierra, flores y agua —realzados por una excelente mezcla de sonido— es que se enfatizan las texturas y las sensaciones táctiles del mundo natural y de las tradiciones andinas que la directora busca plasmar en la pantalla.

Pero donde realmente se aprecia la manipulación experimental de la directora para explorar lo desconocido es cuando responde (o intenta responder) a preguntas que la misma película se plantea al respecto: ¿qué le sucede a la vaca cuando cae en el lago que la transporta a un mundo oculto?, y sobre todo, manteniendo el enfoque de las diferentes maneras de percibir el mundo desde lo visual, ¿qué es lo que ve? El resultado es una secuencia que se asemeja a un trance psicodélico, lograda a través de las experimentaciones de Decker con una técnica de procesamiento de color llamada Chromaflex, la cual permite controlar selectivamente imágenes en color o en blanco y negro, manipulando e interviniendo la tira de de film al momento de revelarla. Mediante la exploración de imágenes y sonidos es que podemos imaginar e intentar visualizar otros mundos desconocidos; es la única manera que tenemos para especular sobre qué es lo que hay entre el Akapacha, el mundo de “acá”, donde habita el hombre Aymara, y el Manquepacha, el mundo de abajo, de la muerte y la oscuridad.

Fragmento de la secuencia experimental realizada con la técnica Chromaflex. © Luciana Decker

Así como un lago puede ser un portal a un mundo desconocido; la cámara, en manos de Luciana Decker, se vuelve un portal que nos permite acortar la distancia entre lo que podemos ver y lo que solo podemos imaginar. A través de ese ojo mecánico, y de la intervención y edición de la directora, es que podemos explorar aquello que no entendemos pero que tanto nos atrae y que tratamos de darle sentido con leyendas, tradiciones y rituales sagrados; es través de esa mirada que podemos cuestionarnos qué es lo que ven los humanos y qué es lo que ven los animales, y darnos cuenta que ambos estamos igual de confundidos por lo que vemos, intentando sobrevivir y comprender el mundo que nos rodea. Cada uno lo hace a su manera, en base a lo que piensa y a lo que siente, que, retornando a las características más básicas de los seres vivos, se genera simplemente a partir de lo que cada uno ve.

Lo que los humanos ven como sangre, los jaguares ven como chicha se proyectará en la Cinemateca Boliviana hasta el jueves 15 de agosto.