Recorriendo el Viacrucis de la Pederastia

por Ian Belzu. 26 de septiembre, 2024  ·  Sociedad / Religión

El pasado viernes 13 de septiembre se inauguró en el Museo de Arte Antonio Paredes Candia la instalación Viacrucis de la Pederastia, de Esther Argollo, María Galindo y Danitza Luna. Presentada en mayo de este año frente a las puertas de la Catedral de Nuestra Señora de La Paz, en la plaza Murillo, y expuesta unos días después en La Virgen de los Deseos durante la Larga Noche de Museos; la muestra de estas tres artistas bolivianas fue realizada con la intención de conmemorar un año de la publicación que realizó el medio español El País del diario del pederasta Alfonso Pedrajas, en el cual el sacerdote español confesaba todos los abusos sexuales y violaciones que perpetró contra niños bolivianos durante décadas. La revelación del caso de Pedrajas (que murió el año 2009 como un sacerdote renombrado y celebrado) sacó a la luz decenas de casos similares y llamó a cuestionar a la Conferencia Episcopal Boliviana por su inacción ante estos casos (de los cuales tenían conocimiento) y su encubrimiento de los pederastas. Viacrucis de la Pederastia representa una (muy necesaria) respuesta a la Iglesia Católica y un llamado de atención hacia los crímenes que esta institución ha cometido y sigue cometiendo en nuestro país.

Fotografías por Ian Belzu.

Resulta complicado discutir el tema de abusos sexuales a menores sin caer en el morbo, la exposición innecesaria de las víctimas y el sensacionalismo, algo de lo que nuestros medios de comunicación son culpables cada vez que cubren casos que involucran el abuso de niños y niñas; pero la instalación de Argollo, Galindo y Luna, artistas pertenecientes al colectivo Mujeres Creando, logra exponer las duras realidades de esta sensible temática mediante el arte, el simbolismo y el poder de la palabra.

Sirviendo casi como la portada de la exhibición, una gran estatua de un cura pederasta nos recibe en el segundo piso del Museo de Arte Antonio Paredes Candia. La Iglesia Católica está representada como una oscura figura que mira ominosamente el cáliz que sostiene entre sus manos, el cual está lleno de figuras de niños abusados; a sus pies se posa una jaula donde está atrapado un niño aterrado, hincado sobre las tumbas de otros niños que no sobrevivieron los abusos perpetrados contra sus cuerpos por hombres que prometieron protegerlos. Una poderosa imagen que nos presenta con la triste realidad de que la Iglesia, así como sus figuras de autoridad, no representan seguridad, sino una amenaza para los niños, sobre todo para aquellos que vienen de familias de escasos recursos y aquellos que pertenecen a localidades rurales.

Tal como las usuales imágenes del viacrucis de Jesús que acostumbramos a ver en iglesias, la instalación cuenta con un tríptico dispuesto como tres piezas separadas que manejan el formato y el estilo de las imágenes y los símbolos religiosos. Porque, como mencionó la artista Danitza Luna en su discurso de inauguración, “si ha habido alguien que se ha servido de los símbolos, ha sido esta puta institución”. Porque la Iglesia ha sabido muy bien utilizar el poder de las imágenes y de la simbología como un método para colonizar, para adoctrinar y para intimidar. Es por eso que el tríptico de Viacrucis de la Pederastia apela al lenguaje eclesiástico y, en palabras de Galindo, “lo da la vuelta como un calcetín”, usando la simbología religiosa y la tradición pictórica propia de la Iglesia Católica para desenmascararla y atacarla.

Y al hacerlo, muestran el verdadero dolor con el que algunas personas deben lidiar, porque la Iglesia Católica siempre usó el dolor y el sufrimiento de Jesús y de otros santos en sus macabras imágenes para provocar miedo en sus seguidores y para incitar la veneración de una figura intimidante y todopoderosa como lo es el Dios bíblico. Pero mientras que el viacrucis de Jesús representa una mitología plasmada en siglos de arte religioso, el viacrucis que muchos niños deben recorrer es sumamente real, y el sufrimiento que estos curas pederastas causan con sus abusos y que la Iglesia causa con su silencio, es tan terrible y desgarrador que no puede ser representado en realistas pinturas y estatuillas; es tan terrible que ni siquiera puede ser mencionado.

En estas imágenes nos encontramos con el “Jesusito violado” siendo crucificado, en representación de todos los niños y niñas abusados que han sido estigmatizados por el resto de sus vidas. Martillando los clavos en las manos y en el corazón del niño Jesús, están los sacerdotes católicos que infligen dolor, no solo en el Jesusito violado pero también en los cientos de niños alrededor del mundo que se ven reflejados en el niño crucificado pero también en los tristes querubines que están siendo pisoteados por los sacerdotes, teniendo que acostumbrarse a vivir en silencio debajo de los brillantes zapatos y elegantes vestimentas de sus santísimas autoridades.

También nos encontramos con una representación de los “milagros y hazañas del santo pederasta” Alfonso Pedrajas, quien tiene sus manos sobre un niño y está siendo protegido y resguardado detrás de un sagrado manto por el mismísimo Papa. El caso de Pedrajas es el más conocido de todos los sacerdotes violadores en Bolivia, y de las confesiones que escribió en su diario, las artistas destacan las siguientes cuatro: “(1) violó en España, y para encubrirlo, fue enviado a seguir violando a Bolivia; (2) lo contó muchas veces, pero la Iglesia calló y lo consoló; (3) perdió la cuenta de cuantos niños violó; (4) fue coronado en silencio y se le otorgó impunidad hasta su muerte”.

La tercera imagen muestra la descarada hipocresía de la Iglesia y sus representantes clericales, quienes proclaman pertenecer a una religión de amor, profesando las enseñanzas de la Biblia durante las misas, pero manipulando y amenazando a los niños que abusan cuando están solos con ellos. “Tranquilo, no pasa nada. ¿Quién te gusta?, imagínate tocarle sus tetas”. Estas palabras son tomadas del testimonio de uno de los pocos niños abusados que se atrevieron a hablar, quien contó lo que un sacerdote le decía mientras abusaba sexualmente de él. Para asegurar su silencio, le dijo que “esas cosas no se podían contar”, porque si lo hacía, no dejaría que el niño regrese al colegio. Y cuando un niño es amenazado por una figura de autoridad (y no cualquier autoridad, pero una percibida como “divina”), y cuando pertenece a una familia pobre y vive en un pequeño pueblo en el que hay solamente un colegio, el cual está dirigido por el mismo cura que te está violando y amenazando, no hay mucho que ese niño pueda hacer ante su situación.

Viacrucis de la Pederastia no solo ofrece fuertes críticas a la Iglesia Católica mediante lo visual, pero también lo hace, al buen estilo de María Galindo, con palabras y con datos. Siguiendo con el recorrido de la exhibición, nos encontramos con cuatro grandes pancartas que contienen el “Padrastro Nuestro”, una reinterpretación actualizada (y mucho más acertada) del Padre Nuestro. El rezo dice así:

Padrastro nuestro que estás en los cielos, no queremos tu reino.
Utilizado ha sido tu nombre para que tus misioneros nos impusieran su voluntad.
De la tierra como del cielo, dueños se sintieron y ungidos de poder divino, de nuestros cuerpos se apropiaron también.
Nos escogieron pobres. Nos dieron el pan amargo de la violación cada día, y a cambio de techo y comida, debimos soportar diciendo amén.
No me perdones porque de nada culpable soy.
No te perdono. Me dejaste caer en manos de curas violadores y a ellos ofreció la Iglesia confesión, amparo y comprensión.
Ya no somos los niños que en la cama de internado tiritando rogábamos dormir una noche en paz.
Hoy sabemos que no somos, ni fuimos nunca, ni la tentación, ni el mal.
Hoy sabemos que del mal que nos hicieron nadie les salvará.
De las culpabilizaciones de tus misioneros nos hemos librado.
Y ahora, contando nuestra verdad en las puertas de todas las iglesias del mundo, ya por fin, y por última vez, podremos decir
Amén.

Encima de cada pancarta, tres mitras papales, cada una con el nombre de un sacerdote pederasta y una breve descripción de su caso. En total, 12 mitras con el nombre de 12 hombres que abusaron de niños bolivianos y fueron protegidos por la Iglesia. Entre ellos, Francisco Pifarré, director del internado Juan XXIII, lugar donde violó decenas de niños y facilitó el acceso a los menores a otros sacerdotes; Francesc Peris y Luis Tó Gonzales, ambos condenados por violación en España y traídos a Bolivia para ser salvados de la cárcel, donde siguieron abusando menores durante años; Jorge Luis Machicado, docente y director de la Pastoral de la UCB sede Tarija, denunciado por universitarios y seminaristas por acoso y abuso sexual; y Luis María Roma Pedrosa, quien, además de abusar de niños de 6 a 12 años de origen indígena, guardaba un CD con imágenes de al menos 20 menores desnudos y videos de ellos en múltiples escenas sexuales en las que aparecía el propio sacerdote.

El acto de inauguración de la exhibición concluyó, apropiadamente, de una manera simbólica. Como en misa, se le dio a cada uno de los presentes una hostia inscrita con un mensaje en la característica manuscrita de Mujeres Creando: “Iglesia pederasta, tu careta se desgasta”. Y tras hacer lectura del Padrastro Nuestro, Galindo dio por consagrada las hostias y todos los presentes fueron invitados a comerlas; porque si los creyentes católicos pueden creer sinceramente que una hostia puede transformarse, no simbólicamente pero literalmente, en el cuerpo de Cristo, no veo porque esa misma hostia no podría convertirse también en la manifestación física de la rebeldía y el levantamiento ante una institución tan nefasta y perversa como la Iglesia Católica. Por el manejo de la simbología, tanto en el detalle de las hostias como en desarrollo gráfico del resto de la instalación, debo aplaudir a María Galindo, Esther Argollo y Danitza Luna.

Mientras recorría la instalación, empecé a tener un debate interno sobre la estética y la calidad visual de la obra, porque, siendo diseñador gráfico, suelo fijarme en detalles de composición, acabado y manejo tipográfico en piezas de arte o de diseño (creo que Viacrucis de la Pederastia funciona tanto como una obra de arte como de diseño gráfico, pues recae en la expresión artística para lograr su principal objetivo que es comunicar un mensaje). Mi primera impresión fue que la calidad visual era baja, que el manejo estético de la instalación era malo, y que cosas como las faltas ortográficas, los acabados descuidados y la falta de coherencia visual entre todas las piezas le restaban potencia a la muestra. Pero mientras más tiempo pasaba adentrándome en las piezas y sus mensajes, y mientras más veía a las personas interactuar con ellas y discutirlas, empecé a entender la fuerza que tenía la estética “popular” de la instalación.

De igual manera, la estética y el manejo gráfico que utiliza Mujeres Creando busca mostrarse como parte de la cultura popular y apela a un público masivo. Es por eso que recurre a un diseño simple y familiar, enfocándose en la fuerza de su mensaje y no en la calidad visual de cómo es transmitido. Porque si las artistas hubieran presentado una obra que responde a los parámetros del “distinguido” y “elevado” arte elitista que es expuesto en galerías y museos, no tendría el alcance que tiene y su mensaje no llegaría a las personas a las que busca llegar; porque Argollo, Galindo y Luna no buscan llegar a las excéntricas y pretensiosas personas que admiran y compran costosas piezas de arte, sino justamente a todas las que no son parte de ese mundo. Buscan llegar a personas comunes y corrientes que pertenecen y responden a la cultura popular y que son los que realmente necesitan recibir el mensaje.

Esta instalación es una excelente demostración de la importancia del arte para una cultura. Una demostración de que cuando el arte es desarrollado como una respuesta a problemas sociales, deja de ser un lujo pretensioso meramente ornamental y se convierte en una herramienta para la lucha social. Citando un grafiti de Mujeres Creando que Esther Argollo recordó durante su discurso inaugural, “la creatividad es un instrumento de lucha y el cambio social es un hecho creativo”. Porque ante el sufrimiento que existe en el mundo y la impotencia que uno puede sentir al respecto, es el deber de un artista afrontarlo con los medios que estén a su disposición y enfrentarse a las injusticias mediante expresiones artísticas como Viacrucis de la Pederastia.

Es necesario poner en evidencia los crímenes de estos sacerdotes pederastas, de los que han sido denunciados, condenados y de todos los que aún no han sido descubiertos. Es necesario denunciar públicamente a la Iglesia Católica y a la Conferencia Episcopal Boliviana, los verdaderos responsables del abuso sexual de cientos, sino miles, de niños. Porque la protección y el encubrimiento de sacerdotes violadores es un problema sistemático que existe hace siglos en todo el mundo y viene desde el mismo Vaticano. Las condenaciones y disculpas tardías que pueda ofrecer la Iglesia por las décadas de abusos perpetrados por sus miembros no significan absolutamente nada cuando son ellos mismos quienes han permitido dichos abusos y quienes permiten que sigan sucediendo. Es nuestro deber como ciudadanos luchar contra los abusos de poder de instituciones como la Iglesia Católica, rebelarnos ante su autoridad y buscar justicia para sus víctimas. Cada uno debe hacerlo desde la posición que ocupe y con los medios que tenga. Y como artistas, eso es precisamente lo que Esther Argollo, María Galindo y Danitza Luna están haciendo con esta instalación.

Viacrucis de la Pederastia estará expuesta en el Museo de Arte Antonio Paredes Candia (Ciudad Satélite) hasta el martes 8 de octubre. La entrada es gratuita.